domingo, 20 de marzo de 2016

«Un alma de Dios»... Un breve relato de Gustave Flaubert sobre el egoísmo

Gustave Flaubert (Ruán, Francia, 1821 - Croisset, id., 1880) es conocido por su obra maestra "Madame Bovary" (1856) den la que hablaré a mis 14 seguidores en otra ocasión. Pero, tiene también otras obras y acabo de leer un pequeño librito que escribió en 1877 y es considerado uno de los más importantes relatos de la Literatura Universal: «Un alma de Dios». Mario Vargas LLosa dijo que "Ni el genio de un Proust, ni el de Joyce, ni el de Virginia Woolf, ni el de Kafka, ni el de Faulkner, hubieran sido posibles sin la lección de Flaubert".

«Un alma de Dios» es uno de los últimos relatos breves salidos de la pluma de Flaubert, escrito apenas un par de años antes de su muerte. Quizá, precisamente, su edad tiene algo que ver en la concepción de esta historia sencillísima y sin alharacas, ya que la puesta en escena de la vida de Felicidad, la protagonista, es descarnada y no parece conducir sino a una muerte cierta y liberadora.

Felicidad, criada de madame Aubain, entra a servir a la casa de su señora desde muy joven, traicionada por un joven pretendiente que la abandona para casarse con una mujer rica, y desde ese momento su destino estará ligado al de la familia Aubain. A lo largo de los años su existencia apenas evoluciona o cambia: sus fatigas diarias sólo se ven alegradas por acontecimientos fugaces y por una sencillez que raya en la estulticia. Al final, como no podría ser de otro modo, muere en soledad y apartada de todos, sin que nadie repare en su partida. De una anécdota tan frugal como ésta pocos escritores serían capaces de extraer elementos suficientes para crear un texto, pero el genio de Flaubert y su parsimoniosa atención por los detalles hacen de «Un alma de Dios» algo más que un simple retrato costumbrista, haciendo que Felicidad sirva como espejo de la podredumbre moral en la que se sumía la burguesía finisecular. La indiferencia de madame Aubain hacia los sentimientos de su criada es más cruel que cualquier otra emoción.

Y es que en realidad lo que Flaubert tratar de poner en claro es el egoísmo inherente a nuestro ser. Todos los personajes que rodean a Felicidad se preocupan únicamente de sí mismos: desde ese pretendiente que la engatusa de joven y que la abandona, hasta el sobrino por el que siente un afecto especial y que la utiliza como cocinera y fuente de regalos. «Felicidad no hablaba nunca de sus preocupaciones», nos dice el narrador, y lo cierto es que el egoísmo de los demás contrasta con la entereza con la que la protagonista encara sus desencantos y reveses. Felicidad es iletrada y poco espabilada, pero se sobrepone a las desgracias con la simple ayuda de su fe en Dios y en la naturaleza. No es casual que sea un loro el único personaje que la acompaña durante un tiempo y el que más momentos le dedica: el entorno, la tierra, la propia vida son símbolos de fuerza y aguante, de fortaleza y vigor. 

«Un alma de Dios» es un bello ejemplo de la maestría de Flaubert para plasmar los dobleces del alma humana. Con una prosa exquisita, de sobriedad elegante y detalles inteligentes, nos ofrece la visión de una mujer que no es nada, pero que lo tiene todo. Nada hay tan difícil como conseguir ese objetivo y hacer que parezca sencillo.


Gustave Flaubert,
"Un alma de Dios",
Ed. Nordica Libros,
Salamanca 2010,
92 páginas.

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